De cómo el inspector Santana nació, llegó y se quedó
En el otoño de 2007 nacía
para la literatura policiaca el personaje del inspector jefe Santana, más
conocido entre los suyos por el apodo de el Maño, en honor a su
ascendencia aragonesa y como certificación del singular temperamento que le
había granjeado el respeto de cuantos le conocían de cerca.
El personaje, jefe del
Grupo de Homicidios de la Policía en Sevilla, nació, como muchos otros, de una
manera inesperada y por sorpresa. Iba a ser uno más del elenco implicado en el
extraño caso que daba cuerpo a La casa número 5, mi primera novela, en
la que una joven pareja se encuentra con la sorpresa de que en la casa que
acaban de rehabilitar en pleno barrio sevillano de San Julián permanece oculto
el cadáver momificado de un hombre de oscuro y turbulento pasado.
El caso le tocó a un
policía tozudo e intuitivo, rescoldo de lo que aún hoy son algunos pocos que
han llevado sobre sus espaldas la transición desde el extinto Cuerpo Superior
de Policía, aquel de la Brigada Político Social, a la Policía moderna de hoy en
día.
Santana estaba en medio y
tal vez por eso mismo, por ser el ejemplo vivo de una época casi extinguida, su
perfil no tardó en crecer apenas apareció en la novela junto con su fiel equipo
de colaboradores. Y creció tanto que acabó haciéndose primero con el libro y
luego con una vida propia que ha acabado acuñada no en una ni en dos novelas; ni
en tres (La casa número 5, Tus compañeros no te olvidan y Autopsia), aunque
pensé que eran suficientes, sino en una insólita saga sin horizonte temporal a
la que el próximo día 9 de marzo se sumará una cuarta historia, y en otoño de
este 2015 una quinta.
En términos
cinematográficos, ya que muchos de mis agradecidos lectores ven en los casos de
Santana tintes propios de celuloide, el Maño pasó de ser un figurante, a
hacerse con el papel de galán protagonista.
Y en ello sigue.
José Luis García
No hay comentarios:
Publicar un comentario